Obdulio
Jacinto Muiños Varela (Montevideo, Uruguay, 20 de septiembre de 1917 - 2 de
agosto de 1996) futbolista uruguayo apodado “El Negro Jefe”. Popularmente fue
conocido con su apellido materno, Varela.
Trayectoria
Jugó en el Club
Deportivo Juventud pasando en 1937 al Montevideo Wanderers Fútbol Club en forma
profesional.
En este
equipo jugó seis temporadas. Luego fue transferido en 1943 al
Club
Atlético Peñarol, con el que ganó los campeonatos de 1944, 1945, 1949, 1951,
1953 y 1954.
Selección
nacional
Fue
internacional con la Selección de fútbol de Uruguay en 45 oportunidades
marcando 9 goles. Con su selección conquistó el campeonato sudamericano de
1942. Debutó en la selección uruguaya en 1939 por la Copa América ante Chile,
partido que terminara 3 a 2 a favor de Uruguay. Fue capitán del equipo uruguayo
que ganó la Copa Mundial de 1950 ante la Selección de Brasil, en lo que se
conoce como el Maracanazo. También jugó el mundial de Suiza 1954. Con él en la
cancha, Uruguay no fue derrotado en su trayectoria mundialista. En el Mundial
de 1950, el ‘cinco de Uruguay’ levantó el ánimo a sus compañeros cuando vio que
estos se acongojaban en el túnel de vestuarios ante el ruido
ensordecedor de los 203.850 espectadores que animaban sin parar a Brasil en
Maracaná.
“No piensen
en toda esa gente, no miren para arriba, el partido se juega abajo y si ganamos
no va a pasar nada, nunca pasó nada. Los de afuera son de palo y en el campo
seremos once para once. El partido se gana con los huevos en la punta de los botines",
les dijo a sus compañeros.
Récord en los torneos de la FIFA
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Torneos
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Ediciones
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GC
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A
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2TA
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Copa Mundial de la FIFA
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1950, 1954
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7
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6
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1
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0
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2
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0
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0
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0
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0
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Copa Mundial de la FIFA™
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Edición
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Sede
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Fecha
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Partido
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Fase
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1950
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Belo Horizonte
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02/07/1950
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Partidos de grupo
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1950
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Sao Paulo
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09/07/1950
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Ronda final
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1950
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Sao Paulo
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13/07/1950
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Ronda final
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1950
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Rio De Janeiro
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16/07/1950
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Ronda final
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1954
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Berne
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16/06/1954
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TCH
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Partidos de grupo
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1954
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Basel
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19/06/1954
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Partidos de grupo
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1954
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Basel
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26/06/1954
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Cuartos de final
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Citas memorables
"Los
de afuera son de palo." Nota: En
el estadio de Maracaná, en Río de Janeiro, en la final del Mundial de 1950,
frente a la selección anfitriona, tras haber encajado el primer gol, señalando
al público, casi doscientos mil espectadores, la gran mayoría de los cuales
animaban a Brasil.
"No me gustó ver a aquellas 200.000 personas tristes, no me gustó ver a
Rio a oscuras y sin carnaval. Es la vida. Era campeón y no sentía una alegría
absoluta por ello", Obdulio Varela, capitán uruguayo tras ganar el título
de 1950 en Maracaná.
"Ahora vamos a jugar como hombres. Nunca miren a la tribuna. El partido
se juega abajo. Ellos son once y nosotros también. Este partido se gana con los
huevos en la punta de los botines", Obdulio Varela, capitán uruguayo antes
del partido por el título.
"Yo había jugado un millón de partidos en todas partes, en canchas sin
tejidos, sin alambradas, a merced del público, y siempre había salido sanito.
¡Cómo me iba a achicar ese día en Maracaná, que tenía todas las
seguridades!", Obdulio Varela, capitán uruguayo tras ganar el título de
1950 en Maracaná.
El vestuario visitante: Ante la espectacular campaña realizada por el local, los dirigentes uruguayos le pidieron a los jugadores que aunque sea traten de perder por poco para evitar el papelón y que con ese pedido ya estaban hechos, más precisamente les dijeron: “guante blanco (en señal de juego limpio o nuestro Fair Play), ya estamos cumplidos con haber llegado y poder jugar la final”, a lo que Obdulio Varela concluyó con una arenga a sus compañeros diciéndoles: ”no piensen en toda esa gente, no miren para arriba, el partido se juega abajo y si ganamos no va a pasar nada, nunca pasó nada”. El dirigente uruguayo Jacobo, le recomendó especialmente a Óscar “Cotorra” Míguez que: “traten de no comerse seis, con cuatro estamos cumplidos”, a lo que su compañero Schubert Gambetta respondió: “los de afuera son de palo” y el mediocampista Obdulio Varela les respondió a los dirigentes: “Hechos un carajo, hechos solamente si ganamos...si entramos vencidos es mejor ni salir al campo de juego, no vamos a perder ese partido, y si la hacemos no será por cuatro goles”.
Antes de comenzado el partido, el arquero uruguayo
Roque Máspoli, le realizó un expreso pedido al director técnico de su país,
Juan López: “los defensores nuestros deben apretar bien a los punteros de
Brasil, para que no tiren centros”. A lo que el entrenador respondió con la
única indicación de la corta charla técnica: “Bueno muchachos, ahora un huevo
en cada zapato y vamos para arriba”.. Todavía en los vestuarios, Obdulio Varela
juntó a sus compañeros y los aconsejó: “muchachos, si los respetamos a los
brasileños, nos caminan por arriba, así que nada de esquemas conservadores,
vamos a salir a ganar al partido”. Una vez en el campo de juego, todos los
fotógrafos retrataban al seleccionado local, así que Eusebio Tejera, con un
dejo de clarividencia les gritó: “¡Vengan para acá, que el campeón está acá!”.
Visto por la pluma de Eduardo Galeano
Dos
fragmentos El Futbol a sol y sombra de Eduardo Galeano
OBDULIO
Yo era chiquilín y futbolero, y como todos los uruguayos estaba prendido a la radio, escuchando la final de la Copa del Mundo. Cuando la voz de Carlos Solé me transmitió la triste noticia del gol brasileño, se me cayó el alma al piso. Entonces recurrí al más poderoso de mis amigos. Prometí a Dios una cantidad de sacrificios a cambió de que Él se apareciera en Maracaná y diera vuelta el partido.
Nunca conseguí recordar las muchas cosas que había prometido, y por eso nunca pude cumplirlas. Además, la victoria de Uruguay ante la mayor multitud jamás reunida en un partido de fútbol había sido sin duda un milagro, pero el milagro había sido más bien obra de un mortal de carne y hueso llamado Obdulio Varela. Obdulio había enfriado el partido, cuando se nos venía encima la avalancha, y después se había echado el cuadro entero al hombro y a puro coraje había empujado contra viento y marea.
Al fin de aquella jornada, los periodistas acosaron al héroe. Y él no se golpeó el pecho proclamando que somos los mejores y no hay quien pueda con la garra charrúa:
- Fue casualidad —murmuró Obdulio, meneando la cabeza. Y cuando quisieron fotografiarlo, se puso de espaldas.
Pasó esa noche bebiendo cerveza, de bar en bar, abrazado a los vencidos, en los mostradores de Río de Janeiro. Los brasileños lloraban. Nadie lo reconoció. Al día siguiente, huyó del gentío que lo esperaba en el aeropuerto de Montevideo, donde su nombre brillaba en un enorme letrero luminoso. En medio de la euforia, se escabulló disfrazado de Humphrey Bogart, con un sombrero metido hasta la nariz y un impermeable de solapas levantadas. En recompensa por la hazaña, los dirigentes del fútbol uruguayo se otorgaron a sí mismos medallas de oro. A los jugadores les dieron medallas de plata y algún dinero. El premio que recibió Obdulio le alcanzó para comprar un Ford del año 31, que fue robado a la semana.
"A mediados de los años cincuenta, Peñarol firmó el primer contrato para lucir publicidad en las camisetas. Diez jugadores aparecieron con el nombre de una empresa en el pecho. Obdulio Varela, en cambio, jugó con la camiseta de siempre, y explicó:
- Antes, a los negros nos llevaban de una argolla en la nariz. Ese tiempo ya pasó."
OBDULIO
Yo era chiquilín y futbolero, y como todos los uruguayos estaba prendido a la radio, escuchando la final de la Copa del Mundo. Cuando la voz de Carlos Solé me transmitió la triste noticia del gol brasileño, se me cayó el alma al piso. Entonces recurrí al más poderoso de mis amigos. Prometí a Dios una cantidad de sacrificios a cambió de que Él se apareciera en Maracaná y diera vuelta el partido.
Nunca conseguí recordar las muchas cosas que había prometido, y por eso nunca pude cumplirlas. Además, la victoria de Uruguay ante la mayor multitud jamás reunida en un partido de fútbol había sido sin duda un milagro, pero el milagro había sido más bien obra de un mortal de carne y hueso llamado Obdulio Varela. Obdulio había enfriado el partido, cuando se nos venía encima la avalancha, y después se había echado el cuadro entero al hombro y a puro coraje había empujado contra viento y marea.
Al fin de aquella jornada, los periodistas acosaron al héroe. Y él no se golpeó el pecho proclamando que somos los mejores y no hay quien pueda con la garra charrúa:
- Fue casualidad —murmuró Obdulio, meneando la cabeza. Y cuando quisieron fotografiarlo, se puso de espaldas.
Pasó esa noche bebiendo cerveza, de bar en bar, abrazado a los vencidos, en los mostradores de Río de Janeiro. Los brasileños lloraban. Nadie lo reconoció. Al día siguiente, huyó del gentío que lo esperaba en el aeropuerto de Montevideo, donde su nombre brillaba en un enorme letrero luminoso. En medio de la euforia, se escabulló disfrazado de Humphrey Bogart, con un sombrero metido hasta la nariz y un impermeable de solapas levantadas. En recompensa por la hazaña, los dirigentes del fútbol uruguayo se otorgaron a sí mismos medallas de oro. A los jugadores les dieron medallas de plata y algún dinero. El premio que recibió Obdulio le alcanzó para comprar un Ford del año 31, que fue robado a la semana.
"A mediados de los años cincuenta, Peñarol firmó el primer contrato para lucir publicidad en las camisetas. Diez jugadores aparecieron con el nombre de una empresa en el pecho. Obdulio Varela, en cambio, jugó con la camiseta de siempre, y explicó:
- Antes, a los negros nos llevaban de una argolla en la nariz. Ese tiempo ya pasó."